Todo lo anteriormente expuesto no es más que una aproximación a la comprensión de lo que venimos llamando comportamiento hídrico del edificio, que se apoya a su vez en el comportamiento ante el agua de los materiales y del diseño de cada elemento.
Se ve necesario abordar un planteamiento que estudie este campo dentro de las variables del diseño arquitectónico, como lo son los criterios estéticos, el cálculo estructural, el dimensionamiento de las instalaciones, o las exigencias constructivas y económicas. Se podría llegar, por este camino, a una mejor compresión del hecho arquitectónico como límite o barrera de encuentro del hombre con el universo, como una respuesta humana al diálogo que se establece con la naturaleza.
Detrás de un planteamiento de este tipo se encuentra una filosofía armónica, que acepta la realidad de la inserción espacio-temporal propia de cada edificio, e incluso de cada elemento del edificio. Se trata, por ejemplo, de no reducir el conocimiento del material o del terreno al de su coeficiente de resistencia; o el espacio a una temperatura mínima, un nivel de soleamiento, o un caudal de precipitaciones atmosféricas. Es también no reducir el confort al cumplimiento de unas exigencias de aislamiento térmico o acústico. Tal vez una enseñanza de la Arquitectura demasiado racionalista y compartimentada nos ha conducido a perder el punto de vista globalizador, que permite la integración de todas las variables y la comprensión de sus relaciones.
Este punto de vista es particularmente importante cuando se trata de obras de rehabilitación o restauración, en las que el punto de partida lo constituye precisamente una realidad arquitectónica ya edificada, con una historia propia (que ha influido en su estado actual), con unos materiales que han experimentado envejecimiento, con unas exigencias de origen que pueden no coincidir con las que la rehabilitación plantea, etc. La introducción de un nuevo material en un muro puede suponer una revolución arquitectónica de igual intensidad que levantar una planta más, cambiar su sistema estructural, o el diseño de su fachada, pero al tratarse de una revolución a una escala menos visible, podemos tal vez no apreciarla como tal. En nuestra opinión, un buen proyecto se basa en un conocimiento profundo de la realidad. En nuestro caso particular, del agua y de los materiales.
Soledad García Morales, Dra. Arquitecta.
Conclusiones del Capítulo 1. Comportamiento Hídrico de los Edificios de Construcción tradicional, y de sus materiales. Criterios Generales. Tomo 4 del Tratado de Rehabilitación: Patología y técnicas de intervención. Fachadas y cubiertas.