El Ñublu_Cubierta

Atapez na braña. Les lluces serondiegues allumen la caleya de regresu y con elles baxen per última vegada les sorrises qu’acompañaron al equipu de trabayu toa la selmana. Les sos voces, enllenes de vida, traviesen el monte y ponen n’alerta al espantín venáu, que sume absorbíu pola viesca. Detrás queda la cume y los sobremurios, les tables y el corchu, les teyes y les llábanes. Onde antes sólo había muria, agora esiste abellugu. El sapu, con aire indiferente, mira dende’l so requexu la construcción ensin pescanciar la trescendencia del momentu. O quiciabes, pequeñu anfibiu, entiendas meyor que nós el misteriu qu’arrodia’l Ñublu. 

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¿DÓNDE?

Para empezar a hablar del Ñublu y su cubierta, creo necesario contextualizar su emplazamiento, la braña asturiana, singular por las características culturales que la definen y aportan el valor etnográfico que nos aproxima a los pueblos que han habitado su entorno a lo largo de la historia.

La palabra braña denomina tanto a los lugares de pasto como al tiempo en que se efectúa la subida, desde primavera hasta los primeros días de noviembre, aunque esta última acepción temporal está en desuso. Su origen etimológico tiene varias interpretaciones según las distintas fuentes:

  • Broenn o braqna (céltico): Planta acuática, junco, lugar pantanoso.
  • Vorago (latín): Abismo.
  • Verania (latín): Relativo al verano. Este último es el significado más aceptado, y en el caso del asturiano, resulta significativo que la palabra verano sea branu.

En Asturias, el aprovechamiento estacional de los pastos de media montaña se remonta hasta donde alcanza la memoria, en un origen nebuloso que se hunde hasta la Protohistoria. Esta tradición antigua se articula a través de una actividad ganadera donde los rebaños se pastorean a la parte alta del valle, con relación a la aldea, en un trayecto breve en el que la ida y la vuelta puede realizarse en un mismo día. Una influencia ganadera pre-celta, relacionada con la cultura de Aquitania y los Pirineos, probablemente haya impuesto el ganado vacuno y equino como forma de explotación. Esta influencia, junto con otros condicionantes ecológicos y edafológicos, ha marcado el carácter y modo de subsistencia de los pobladores de los valles asturianos.

Y para cubrir las necesidades que genera el aprovechamiento de los pastos de altura surgen los asentamientos pastoriles ubicados en las brañas: Cabaña para cobijo del pastor en caso de necesidad y cuadra para la protección de las crías más vulnerables. Humilde patrimonio cultural y uno de los últimos testimonios, en grave peligro de extinción, del régimen de trashumancia de valle que mantiene la economía ganadera tradicional.

¿POR QUÉ?

A la hora de plantear la rehabilitación del Ñublu, desde el primer momento estuvo claro que la motivación fundacional no sería exclusivamente la de crear un pequeño espacio de retiro donde soñar y crear una vida más deliberada, enraizada en la esencia. El mismo proceso de reconstrucción buscaría ser igual de sincero que sus objetivos. Por ello, no sólo los materiales y herramientas deberían ser coherentes, sino que la misma forma estaría condicionada por ese profundo respeto a una tradición que nos ha legado las soluciones que mejor se adaptan, de forma natural, a las necesidades del entorno.

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Así pues, antes incluso de imaginar como resolver la cubierta, la primera tarea fue dar un paseo por los alrededores de la braña tras la búsqueda de ese legado rural tan mimetizado con el paisaje asturiano que a veces sus detalles nos pasan inadvertidos.

Como comentábamos, los asentamientos pastoriles están divididos en cabaña y cuadra adosadas, compartiendo alguna muria en común, o separadas formando edificaciones independientes. La solución a la cubierta está marcada fundamentalmente por dos factores: La economía de recursos y la exposición a los vientos que estas construcciones sufren. Esto da como resultado tejados a teyavana, sin cielo raso, y una práctica ausencia de aleros, lo cual puede resultar extraño en un clima tan húmedo y lluvioso como puede ser el asturiano.

Sobre el cume (viga cumbrera) se coloca la tabla que recibe la teja. Esta tabla se encuentra separada entre sí para facilitar que esté bien asentada la teja canal. Encima del muro apoya el sobremuriu (durmiente) donde termina la linea de tablas formando un alero apenas testimonial que puede resolverse alargando los muros laterales para abrir el portalón, porche de entrada resguardado frente a las inclemencias del tiempo.

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El muro hastial termina en la línea de tablas, protegidas éstas por una pieza lateral formando el ángulo de la cubierta desde el durmiente hasta la cumbrera. La madera en este punto está totalmente expuesta a la lluvia, por lo que la considero una tabla de sacrificio a sustituir con el paso de los años mientras el interior permanece en buenas condiciones. Esta filosofía tradicional, de íntimo y constante cuidado de la tercera piel que nos proporciona el cobijo, ha sido ninguneada por una industria que sólo busca vendernos productos «milagrosos», ecológicos o no, con los que proteger de forma permanente los materiales alterando, en muchas ocasiones, sus propiedades intrínsecas. Con ello perdemos también una relación más directa y natural con la vivienda al obviar las tareas de conservación y mantenimiento que todo ser necesita al mismo tiempo que nos hundimos, cada vez más profundamente, en un estado de perpetuo consumo en el que los objetos existen sólo para nuestro uso y disfrute, sin que ninguna responsabilidad equilibre nuestra relación con ellos.

Por desgracia, los paseos por los alrededores de la braña no sólo me han empapado de sistemas de construcción vernáculos. También he podido comprobar como los tentáculos de este sistema depredador, que atraviesa y controla cada una de las facetas de nuestra vida, son capaces de alcanzar hasta el más recóndito lugar. Algunos constructores y propietarios, seducidos por sueños ajenos y humo, llevan tiempo jugando a la compra-venta de cabañas para transformarlas en engendros enfermos de una mal entendida arquitectura popular. Estos chalets de montaña, como me gusta llamarlos, son una suerte de etnocidio que lleva adulterando la frágil relación entre paisaje y cultura desde hace algunas decadas. Por suerte, tras el telón y la burbuja sólo han quedado unos pocos bolsillos llenos y muchos proyectos a medio terminar. Que se los coma el monte. Pronto.

etnocidio

¿CÓMO?

Una vez imaginada la cubierta y desarrollado el plan de ejecución, uno de los primeros objetivos era reutilizar algo del material que había sobrevivido a la ruina. Sin contar el gran montón de piedras que se han ido usando en la reconstrucción del muro de mampostería, apenas una decena de teyas estaban en condiciones de impedir el paso del agua y sólo una de las vigas de castañal de la cuadra conservaba una sección suficiente y un ciernu (duramen) libre de xilófagos para convertirse en la cumbrera del Ñublu, previa sesión de limpieza y saneado con la zuela y la rasera.

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Para el resto de la estructura, tablas y durmientes, se utilizó también madera de castaño. Si antes comentábamos que la recostrucción debía ser coherente, tanto en el fondo como en la forma, mejorar las condiciones de habitabilidad era una necesidad básica para hacer sostenible cualquier proyecto que el Ñublu impulse.

Implementar aislamiento térmico, sin alterar el aspecto de la cubierta, exigía crear una doble línea de tablas, a modo de panel sandwich, donde introducirlo. En un principio se planteó la posibilidad de utilizar un aislante natural y local, lana de oveja, pero los miedos de los que hablaré más adelante al final me hicieron optar por corcho. Apoyar esta segunda línea de tablas y, al mismo tiempo, dejar vista toda la sección del cume de castañal recuperado, obligó a suplementar la cumbrera con otra viga que generará un hueco entre tablas suficiente. Está solución era, además, más sencilla de ejecutar que cualquier otra alternativa que supusiera realizar cajeos en el cume.

Colocada la cumbrera y los durmientes, aprovechamos las últimas horas de la jornada otoñal para dibujar y entender, al calor de la chimenea, todos los detalles constructivos posibles con el fin de organizar los trabajos del día siguiente y evitar sorpresas durante la colocación de las tablas. Cubrir una superficie trapezoidal con tabla rectangular o refrescar nuestros conocimientos trigonométricos para asegurar que el hueco del aislamiento originado era apropiado, en función de la pendiente y las secciones del suplemento y durmiente, fueron retos que nos estimularon pese a la humildad del proyecto.

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Con los deberes hechos la noche anterior, la colocación de las tablas no supuso grandes problemas. Todo fue cuadrando según lo planeado y los 8 cm de corcho entraron perfectamente entre las tablas. La planta trapezoidal, eso sí, se resolvió con gran esfuerzo al tener que cortar longitudinalmente tablas de castaño de 3,5 cm de espesor y 2 m de largo con la única ayuda de un serrucho. Sudor y paciencia.

El corcho se calculó para cubrir la proyección de la superficie útil de la cabaña sobre la cubierta, lugar por donde se producirán las mayores pérdidas de calor. El resto del plano no aislado es en realidad la prolongación del muro. Aún así, debido a pequeños defectos en el replanteo de la planta y a la comercialización de estos productos por paquetes, el espacio protegido quizás sea demasiado justo y hubiera sido más prudente cubrir toda la cubierta para contribuir a un aislamiento más uniforme.

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Colocada la segunda línea de tablas, llegó la hora de enfrentarse al dilema, la lámina impermeable. De todas formas, como voy a reflexionar sobre su uso para finalizar este artículo, sigamos con el proceso y saltemos a las tejas.

La recuperación de teya vieya para uso en rehabilitación es una hermosa costumbre que no siempre se mantiene. En un mundo donde se prima la apariencia en todos los ámbitos, no es de extrañar que ésta también impregne la construcción. Damos más importancia a una estética, muchas veces impuesta, sin realizar una reflexión más profunda sobre la esencia que la sustenta y, por el camino, perdemos esos lazos que nos unen a un pasado, no tan lejano, del que mana nuestra identidad. Sin ella, quizás seamos sólo títeres en manos del mercado. ¿Queremos teja vieja? Pues compramos una nueva con degradado de colores. ¿Una fachada más rural? Pues picamos los revestimientos y dejamos desprotegida la mampostería de piedra. ¿Un salón más acogedor? Pues colgamos una falsa viga de madera hecha con poliuretano. Si pudiéramos golpear los valores que sustentan los tiempos que nos ha tocado vivir, sonarían a hueco.

En el caso del Ñublu, como no podía ser de otra manera, se optó por reutilizar teja desmontada, con lo que dimos nueva vida a una material tan antiguo como el barro cocido. Gracias a la holgura que permite la colocación de la teja curva, ésta absorbió los descuadres que generan los planos irregulares manteniendo el mismo número de hiladas en cada faldón. Apoyadas sobre la lámina impermeable y bien sujetas por llábanes, este teyáu ya va aguantando algún temporal sin que se haya movido ni una teya. Pero como ninguna solución busca ser permanente, habrá que tener material de repuesto a mano para cuando a Nuberu le dé por hacer alguna de las suyas.

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¿QUIÉN?

Todas las personas que han subido a la braña han aportado algo muy valioso al proyecto. Tanto quien ha desbrozado escayos y ortigues como quien ha movido piedras. Quien las ha vuelto a colocar en su sitio o ha subido material y herramientas. Quien se ha emocionado o sólo ha dormido la siesta. Todas ellas han compartido algo. El esfuerzo, la alegría, la reflexión trascendental, la mirada cómplice, el silencio, la inquietud, la serenidad, la duda. Algunas incluso se han dejado atravesar por el entorno y su solemnidad, llegando a ese lugar donde uno se disuelve, olvida el miedo y forma parte de todo. Pero, aunque todavía discurramos por ese camino que todas intuimos como verdadero, cada una de nosotras, en cualquier punto en el que nos hayamos encontrado, hemos compartido la vida. La vida. Algo de ellas permanecerá para siempre en la cabaña de la misma forma que el Ñublu ha descendido con ellas. Aunque sólo sea un momento. Un fugaz recuerdo. Cada instante cuenta para liberarnos.

Aunque confieso haberme deleitado con la soledad, moviendo ensimismado cada piedra y reencontrándome en ocasiones con ese niño que invertía horas y horas detrás de una formiga, la cubierta del Ñublu no hubiera sido posible sin ayuda. No sólo a través de las personas que han echado directamente una mano, sino también de las que han permitido, mediante tiempos, recursos o espacios, que todas estuviéramos cómodas en la braña durante la ejecución. Esta experiencia de trabajo en equipo no ha podido ser más enriquecedora y es que en un grupo, cuando el equilibrio fluye, las vulnerabilidades de cada una se apoyan en las fortalezas de las demás y, si esta flexibilidad se da de forma natural, el aprendizaje es completo.

Sigamos construyendo y fortaleciendo nuestras relaciones y, lo que es más importante, sigamos compartiendo la alegría de vivir.

equipo

EL DILEMA

Quería terminar esta entrada siendo honesto y admitiendo el dilema que me ha apesumbrado durante la ejecución de la cubierta: la inclusión o no de la lámina impermeable.

Siendo un proyecto tan artesanal en el que sólo se han utilizado materiales naturales y se han trabajado de forma manual, parece que esta lámina, fabricada a base de polipropileno y polietileno, puede resultar incongruente con su espíritu. Lo es, que no quepa la menor duda.

Durante la preparación y organización de los trabajos, llegué incluso a ensayar unas muestras para sustituir la lámina por una capa de arcilla aprovechando la gran calidad de la tierra que me habían cedido en una de las obras en las que participo. Una de las muestras, estabilizada con cal y boñiga, aún permanece inalterada tras más de dos meses a la intemperie. Esto no fue suficiente para convencerme y al final fueron dos argumentos los que prevalecieron para optar por el producto industrial: La disponibilidad de la lámina sobrante cedida en otra de las obras en las que colaboro y la posibilidad de pasar varios meses sin vigilar el estado de las tejas para evitar que la madera entre en proceso de pudrición por filtraciones de agua.

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Quizás sea excesivamente duro conmigo mismo y dé demasiada importancia a la defensa de una coherencia que hace aguas por otros tantos sitios, pero creo que los dos argumentos sólo justifican, a posteriori, una decisión tomada de antemano y que nace desde lo más profundo de una emoción que lleva acompañándonos desde el principio de los tiempos. El miedo.

Un miedo que tiene muchas formas y nombres, a veces sólo para enmascararlo y no reconocerlo. Un miedo con el que mercadean y se lucran los mediocres. Un miedo que se fortalece cuando nos despojan de la capacidad de autogestionar nuestras vidas. Un miedo desnaturalizado, que nada tiene que ver con la supervivencia, y se inculca desde la infancia para lubricar nuestras existencias y adaptarlas a los engranajes del sistema.

El miedo a la incertidumbre.

Curiosamente, es esta incertidumbre la que permite que todos los caminos sigan abiertos y conduce a la libertad pero, por el mismo motivo, nos enseñan a temer.

Aún nos queda mucho por desaprender, pero estamos transitando esos caminos siempre accesibles. No desesperemos y disfrutemos.

evolucion

Entiendo que esta puede ser la entrada más densa de las que he escrito hasta el momento. También es la más importante y personal. Agradezco su paciente lectura, como tantas otras veces, y haber tenido la oportunidad de compartir estas reflexiones.

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA:

  • MENÉNDEZ MARTÍNEZ, Carmen-Oliva. Teitos. Cubiertas vegetales de Europa Occidental: de Asturias a Islandia. Colegio de Aparejadores de Asturias, 2008.
  • RIVAS ANDINA, José Ángel. El hórreo y la arquitectura popular en Asturias. Picu Urriellu. 2004.
  • GRAN ENCICLOPEDIA ASTURIANA. 1970.

10 comentarios

  1. Edu Baubab · · Responder

    Bien Miguel bien! Enhorabuena!

    1. Muchas gracias, Edu! Si alguna vez te dejas caer por el norte me encantaría verte por la braña para compartir todas las cosas que estáis haciendo. Un fuerte abrazo!

  2. Guillermo Valdés · · Responder

    Densa si, pero he disfrutado de tu entrada. Entiendo perfectamente tus delirantes reflexiones sobre la lamina impermeabilizante. Quizás te entiendo más de lo que me gustaría, pues no creo que pueda quitarme de la cabeza tal dilema. Si encuentro una alternativa que convenza será un placer compartirla. Por lo demás, aunque austero, me parece un proyecto precioso. Me recordó las brañas que se encuentran por la zona de Cabrales. Pequeñas aldeas de cabañas abandonadas. Una pregunta. Cuando hablas de cabaña y cuadra adosadas o separadas. ¿no es cierto que en algunas construcciones la cuadra se encontraba bajo la cabaña en una única construcción para aprovechar el calor desprendido por el ganado?. Así me pareció encontrar en alguna ocasión. Un saludo. Willy.

    1. Willy, que sorpresa! Muchas gracias!

      Siento haberte metido en la cabeza mis preocupaciones :) En este caso la respuesta nos la da la tradición, lo que pasa es que no nos fiamos y queremos buscar algo más permanente. He visto un montón de tejados a la segoviana, sólo con teja canal, y sin goteras! Por sistemas sencillos no será, jaja.

      Una solución habitual para la cuadra es lo que comentas, que esté debajo para aprovechar el calor. Pero creo que esto es más habitual en aldea, donde viva la familia, ya que exige mucho esfuerzo hacer una segunda planta, aunque sea aprovechando el desnivel del terreno. Para brañas, donde se sube y baja en el mismo día, creo que sólo buscaban apañar un espacio para el «por si acaso» y la parte alta de la cuadra sólo se utilizaba como tenada. Al menos en esta braña de Piloña, me encantaría visitar otras zonas para ver qué diferencias pueden encontrarse.

      Abrazu!

  3. No sabes cómo te entiendo, Miguel, y cómo aprecio la sinceridad de tus dilemas, que son también los míos. Grandísima entrada, llena de forma y fondo.

    A ver si coincidimos en alguna aventura pronto.

    Un abrazo.

    1. Muchas gracias, Andrés! Sabes que te sigo por redes sociales desde hace tiempo, ojalá se de la oportunidad de conocernos pronto. Abrazu!

  4. Que regalo, gracias, no tenia el gusto de conoceros, me gusta lo que hacéis. Soy Poli, de Granja brezo, en La provincia de León, puedes ver lo que hacemos en granjabrezo.wordpress.com.
    Voy a seguir, un rato a ver que me encuentro. un saludo.

    1. Pues sí, feliz encuentro. Ganas de curiosear y profundizar en todo lo que hacéis. Muchas gracias por ponerte en contacto y darme la oportunidad de hacerlo. Abrazo!

  5. Jairo · · Responder

    Fantástico Miguel,

    ojalá todos los constructores tengan el mismo dilema que tu con la lamina…nos iría infinitamente mejor..

    Gracias por crear ilusión.

    Abrazu!

    1. Gracias, Jairo.

      Creo que hay que cuestionarlo todo, aunque no siempre podamos ser fieles al 100% con lo que pensamos.

      Poco a poco.

      Abrazo!

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